Editorial

[Editorial]

Osvaldo Reyes1

1. Editor REVCOG, FECASOG.

Publicado: 2018-12-30

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Resumen

Cada vez que usted aplica un medicamento, realiza un procedimiento quirúrgico u ordena una prueba diagnóstica, está poniendo en funcionamiento décadas de investigación científica. Independiente de si está evaluando una rara enfermedad genética o leyendo el reporte de una autopsia, puede tener por seguro que alguien, en alguna parte del mundo, tuvo una interrogante. Una duda que lo obligó a buscar una respuesta, a llegar a una conclusión y a reportar sus resultados. Gracias a esa persona, sea médico, enfermera, estudiante o técnico, muchos otros pueden tomar una conducta con la tranquilidad de estar ofreciendo la mejor alternativa disponible a sus pacientes.

Desafortunadamente, esta paz mental es el fruto del trabajo de investigadores que no viven nuestra realidad. Si usted estudia una terapia en una población y luego la aplica a una población diferente, los resultados pueden no ser los mismos. Los artículos científicos publicados, los que tienen la capacidad de generar cambios, en su gran mayoría provienen de países fuera del área de Latinoamérica. Solo el 5% proviene de nuestro entorno y ese pequeño porcentaje se centra en cuatro países: Brasil. Argentina, Chile y México, dejando a Centroamérica en una marcada desventaja. Esta diferencia se torna abismal cuando consideramos que solo el 1% de los artículos publicados en revistas médicas indexadas provienen de países latinoamericanos y que apenas un 0,5% de los capítulos de libros de texto utilizados por nuestros estudiantes son de autoría latinoamericana.

¿Cómo es posible esta desproporción cuando la literatura científica crece de manera exponencial? Se estima que entre 1978 y 1985 se publicaron anualmente 272344 artículos que quedaron registrados en la base de Medline. Para el periodo entre 1994 y 2001, el número de artículos ya alcanzaba los 398778 artículos por año.

La razón no es la ausencia de personal especializado en Centroamérica o la falta de conocimientos de nuestros científicos. El problema es más profundo y radica en la poca importancia que se le da a la cultura de la investigación en las escuelas de medicina, en los hospitales y en los gobiernos de turno, a pesar de la evidencia que sugiere que una de las diferencias entre los países desarrollados y los que se encuentra en vías de desarrollo es el valor (3 veces mayor) que se la da al perfeccionamiento de las ciencias y la tecnología en los primeros. No hacerlo perpetúa un círculo vicioso de ignorancia académica que nos mantiene anclados en el mismo lugar, sin posibilidad de alcanzar el futuro que nos merecemos.

¿Qué podemos hacer, como región? La respuesta es sencilla. Investigar y publicar los resultados. Economistas han estimado que el incremento en expectativa y calidad de vida, resultado directo de la investigación científica (ya sea en término de trabajos creados, costos de salud ahorrados o valor en dólares de las vidas salvadas), incrementa la capacidad productiva de los individuos y, por ende, la economía nacional. Queremos, como revista oficial de la FECASOG, ser esa plataforma. Un escalón que permita a investigadores, docentes y otros interesados, dar ese primer paso. Ese esfuerzo inicial cuyas ganancias no recuperaremos a corto plazo, sino que lo harán generaciones futuras. Si tenemos clara la meta que queremos alcanzar y si todos contribuimos con la intención de cumplir ese objetivo, de seguro las estadísticas de años venideros contarán una historia muy diferente. Esperamos que esta revista se convierta en una herramienta indispensable para el desarrollo de la excelencia, en un sendero a recorrer para el beneficio de nuestras pacientes y en la primera opción para la publicación de sus investigaciones.


Abstract

Cada vez que usted aplica un medicamento, realiza un procedimiento quirúrgico u ordena una prueba diagnóstica, está poniendo en funcionamiento décadas de investigación científica. Independiente de si está evaluando una rara enfermedad genética o leyendo el reporte de una autopsia, puede tener por seguro que alguien, en alguna parte del mundo, tuvo una interrogante. Una duda que lo obligó a buscar una respuesta, a llegar a una conclusión y a reportar sus resultados. Gracias a esa persona, sea médico, enfermera, estudiante o técnico, muchos otros pueden tomar una conducta con la tranquilidad de estar ofreciendo la mejor alternativa disponible a sus pacientes.

Desafortunadamente, esta paz mental es el fruto del trabajo de investigadores que no viven nuestra realidad. Si usted estudia una terapia en una población y luego la aplica a una población diferente, los resultados pueden no ser los mismos. Los artículos científicos publicados, los que tienen la capacidad de generar cambios, en su gran mayoría provienen de países fuera del área de Latinoamérica. Solo el 5% proviene de nuestro entorno y ese pequeño porcentaje se centra en cuatro países: Brasil. Argentina, Chile y México, dejando a Centroamérica en una marcada desventaja. Esta diferencia se torna abismal cuando consideramos que solo el 1% de los artículos publicados en revistas médicas indexadas provienen de países latinoamericanos y que apenas un 0,5% de los capítulos de libros de texto utilizados por nuestros estudiantes son de autoría latinoamericana.

¿Cómo es posible esta desproporción cuando la literatura científica crece de manera exponencial? Se estima que entre 1978 y 1985 se publicaron anualmente 272344 artículos que quedaron registrados en la base de Medline. Para el periodo entre 1994 y 2001, el número de artículos ya alcanzaba los 398778 artículos por año.

La razón no es la ausencia de personal especializado en Centroamérica o la falta de conocimientos de nuestros científicos. El problema es más profundo y radica en la poca importancia que se le da a la cultura de la investigación en las escuelas de medicina, en los hospitales y en los gobiernos de turno, a pesar de la evidencia que sugiere que una de las diferencias entre los países desarrollados y los que se encuentra en vías de desarrollo es el valor (3 veces mayor) que se la da al perfeccionamiento de las ciencias y la tecnología en los primeros. No hacerlo perpetúa un círculo vicioso de ignorancia académica que nos mantiene anclados en el mismo lugar, sin posibilidad de alcanzar el futuro que nos merecemos.

¿Qué podemos hacer, como región? La respuesta es sencilla. Investigar y publicar los resultados. Economistas han estimado que el incremento en expectativa y calidad de vida, resultado directo de la investigación científica (ya sea en término de trabajos creados, costos de salud ahorrados o valor en dólares de las vidas salvadas), incrementa la capacidad productiva de los individuos y, por ende, la economía nacional. Queremos, como revista oficial de la FECASOG, ser esa plataforma. Un escalón que permita a investigadores, docentes y otros interesados, dar ese primer paso. Ese esfuerzo inicial cuyas ganancias no recuperaremos a corto plazo, sino que lo harán generaciones futuras. Si tenemos clara la meta que queremos alcanzar y si todos contribuimos con la intención de cumplir ese objetivo, de seguro las estadísticas de años venideros contarán una historia muy diferente. Esperamos que esta revista se convierta en una herramienta indispensable para el desarrollo de la excelencia, en un sendero a recorrer para el beneficio de nuestras pacientes y en la primera opción para la publicación de sus investigaciones.

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