Editorial
[Editorial]Cesar Cuero1
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Resumen
Ya hace dos años que apareció en China y el mundo el COVID-19, y todos tenemos un recuerdo reciente en nuestras mentes de lo que ha sido esta pandemia, declarada así por lo Organización Mundial de la Salud.
Todos de una manera u otra hemos vivido en carne propia, el tremendo azote de este virus, que no solo ha trastocado la vida familiar, sino que ha afectado la economía mundial y los planes de salud de todos los países del mundo, que han tenido que cambiar bruscamente sus planes en salud, al igual que los recursos para poder afrontar esta calamidad.
Llegaron a nuestros oídos y vivimos la primera, la segunda, la tercera ola de resurgimiento del virus y en la actualidad, en especial los países europeos viven una cuarta ola de ataque de este virus. Y que hablar de las diferentes variantes con las que nos ha sorprendido este tan mutante virus. No se ha ido el efecto de la variante Delta, y ya visita nuestra América la novel variante Ómicron, que está llenando de incertidumbre a los países que se están viendo afectados por la misma.
Personas con riesgo cardiovascular son afectadas en mayor número, no solo se registra un aumento en su incidencia sino también en su prevalencia, y lo que es peor, también en cuanto a la gravedad y fallecimiento que causa entre este particular grupo de afectados, causando arritmias cardíacas, cardiomiopatía y estados procoagulantes, que llevan a estos pacientes a estados terminales. La hipertensión arterial se ha convertido en la comorbilidad más común entre este grupo de pacientes.
Otro grupo de pacientes afectados por el COVID-19, so los que padecen de Enfermedad Renal Crónica, y que están en hemodiálisis o diálisis peritoneal. Estos son pacientes de riesgo, por su condición clínica, entre ellas el hecho de que además de la enfermedad, son en su mayoría adultos mayores, que tienen que viajar, en el caso de los que están en hemodiálisis, 3 días a la semana para recibir su tratamiento, y esto fue así, en los días más severos de la afección por el virus, aun estando en aislamiento total, toda la población. Un porcentaje mayoritario padece de hipertensión arterial, a la que se le agrega la diabetes mellitus en un número importante de ellos. Es conocido que el estado clínico de niveles de azoados permanentemente elevado, produce un estado continuo de estrés oxidativo, al igual que inflamación y disfunción inmunológica, que se van a ver asociadas a complicaciones mayores y mortalidad cardiovascular.
No hay duda, este virus llego para quedarse, como otros que le han precedido. Nos toca aceptar que tenemos que convivir con él. No podemos descuidarnos, todos a vacunarse y a mantener en vigencia estricta las medidas de bioseguridad.
Abstract
It has been two years since COVID-19 appeared in China and the world, and we all have a recent memory in our minds of what has been this pandemic, declared so by the World Health Organization.
We have all, in one way or another, experienced firsthand the tremendous scourge of this virus, which has not only disrupted family life, but has also affected the world economy and the health plans of all the countries of the world, which have had to abruptly change their health plans, as well as the resources to be able to face this calamity.
The first, second and third waves of resurgence of the virus have reached our ears and we are currently experiencing a fourth wave of attack by this virus, especially in European countries. And what to speak of the different variants with which this mutant virus has surprised us. The effect of the Delta variant has not gone away, and the new Omicron variant is already visiting our America, which is filling with uncertainty the countries that are being affected by it.
People at cardiovascular risk are affected in greater numbers, not only with an increase in its incidence but also in its prevalence, and what is worse, also in terms of the severity and death it causes among this particular group of sufferers, causing cardiac arrhythmias, cardiomyopathy and procoagulant states, which lead these patients to terminal states. Arterial hypertension has become the most common comorbidity among this group of patients.
Another group of patients affected by COVID-19 are those with Chronic Kidney Disease who are on hemodialysis or peritoneal dialysis. These are patients at risk, due to their clinical condition, including the fact that in addition to the disease, they are mostly older adults, who have to travel, in the case of those on hemodialysis, 3 days a week to receive their treatment, and this was so, in the most severe days of the virus infection, even being in total isolation, the entire population. A majority of the population suffers from arterial hypertension, to which diabetes mellitus is added in a significant number of them. It is known that the clinical state of permanently elevated azo levels produces a continuous state of oxidative stress, as well as inflammation and immune dysfunction, which will be associated with major complications and cardiovascular mortality.
There is no doubt, this virus is here to stay, like others that have preceded it. It is up to us to accept that we have to live with it. We cannot be careless, everyone must get vaccinated and maintain strict biosecurity measures in force.
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